Por:
María Arboleda
Diciembre año 2000
En el proceso del despertar de la conciencia, como en todas las iniciaciones, pasamos por lo que algunos llaman, la noche oscura del alma, o lo que en mi caso llamaría, atravesar un desierto; como sea que lo llamemos, hemos dado un “salto al vacío”. En este punto, sólo nos queda aferrarnos a nuestro centro, mantener el norte, aunque no sepamos cómo dirigirnos hacia él, y a pesar de nuestra angustia, dudas y miedos, sólo queda entregarse... morir a nuestros viejos esquemas, para así permitir el florecimiento de lo nuevo; al igual que en los procedimientos alquímicos para que se dé la trasmutación del metal, primero ha de pasar por la putrefacción.
Pero, ¿cómo morir conscientemente?, ¿cómo entregarnos?, ha de ser desde el corazón! Sin embargo como llegar hasta él!; se nos ha enseñado el camino de la mente, pero el del corazón?, entre más “pensemos “ más nos perdemos, quedando presos de nuestros miedos, a merced de la inercia, que intenta llevarnos a nuestro estado anterior “más cómodo, conocido y aparentemente seguro”, entonces se desata una lucha interior. Hay que dar el paso, y no sabemos cómo.
Al final, tras nadar en contra de la corriente, estamos agotados. El morir-renacer desde el corazón, es por el contrario un proceso fácil, no implica lucha sólo entrega..., no es resistencia, sino flexibilidad... sólo necesitamos ponernos de rodillas!.
Hace falta mirarnos en nuestra justa dimensión, re-conocernos en nuestro dolor,sincerarnos con humildad y responsabilidad, permitir el desintegrarnos, llorar lo que sea necesario y sobretodo, confiar, el fuego del dolor a la luz del amor es la alquimia de la conciencia...
Entonces con humildad “pido”, me “re-conozco”, hago mi dolor “verbo”, y así, al pedir, me abro para recibir. Al “re-conocerme”, me miro con sinceridad y humildad dejando a un lado el ego, parto de mi visión interior. Y a la luz de la sinceridad que es verdad y que parte de la mirada de un corazón humilde, responsable, implico el reconocimiento vivo de mi propio ser. Consigo ascender del ego, del prejuicio, al amor, a la aceptación sin condiciones. Al hacerlo “verbo”, implico concientemente la energía de la inteligencia activa, el hombre que tras aceptar, opta y adopta una postura, “éter alquímico”, creatividad... y “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…” (1)”. Sólo nos queda “confiar”, es decir volver al corazón, la confianza es intuición verdadera que nace de un corazón sereno.
Por este medio descubriremos nuestra llama interna que ilumina “la noche oscura”, que es agua viva para atravesar el desierto, entonces ya no caemos más al vacío, ahora podemos volar.
El acero se ha templado al fuego del dolor para aportar nuestra propia nota a la sinfonía de la vida.
Notas.
(1) génesis