El segundo cerebro también condiciona nuestra salud
Alojado en los intestinos, podría estar relacionado con enfermedades como el autismo o la osteoporosis
El sistema nervioso entérico o “segundo cerebro” se encuentra situado en nuestros intestinos, y está compuesto por 100 millones de neuronas. La revista Scientific American analiza el curioso funcionamiento de esta red neuronal, gracias a la que “sentimos” ciertas emociones en la tripa, y también gracias a la que nuestro organismo hace la digestión sin contar con la ayuda del cerebro principal. En la revista se analizan asimismo los resultados de las últimas investigaciones al respecto, que señalan que el segundo cerebro estaría relacionado con diversas enfermedades, como el autismo o la osteoporosis. Por Yaiza Martínez.
"La mayoría de los pacientes con ansiedad y depresión también tendrán alteraciones en las funciones intestinales"
Un síntoma en un cerebro repercute en el otro. Los antidepresivos, por ejemplo, causan problemas gástricos porque surgen de hormonas que el cuerpo libera cuando está en una situación de lucha. El estrés también sobreestimula nervios del esófago, y causan así las sensaciones de ahogo que experimentan muchas personas en los ataques de pánico.
Gershon está especializado en el estudio de esta red de neuronas, y es autor de un libro titulado “The Second Brain”. En qué consiste El sistema nervioso entérico está compuesto por conjuntos de neuronas incrustadas en las paredes del largo tubo del intestino, o canal alimenticio, cuya extensión es de alrededor de nueve metros, desde el esófago al ano. Este segundo cerebro contiene alrededor de 100 millones de neuronas, que es más de las que hay en la médula espinal o en el sistema nervioso periférico, explica Gershon. Esta enorme cantidad de neuronas del sistema nervioso entérico es la que permite que la digestión se haga de forma apropiada, sin que el cerebro principal tenga que intervenir en sus procesos: la rotura de los alimentos, la absorción de los nutrientes y la expulsión de los desechos requieren de procesos químicos, contracciones musculares, etc. de los que se encarga el segundo cerebro, de forma independiente. Pero la complejidad del sistema nervioso entérico no termina ahí, porque este segundo cerebro también influye en una gran parte de nuestras emociones: la sensación de tener “mariposas en el estómago”, por ejemplo, es en realidad una señal fisiológica que responde a un estado de nervios o de estrés, y que percibimos gracias los nervios presentes en nuestro intestino. Intestino y salud La complejidad del segundo cerebro hace que, según Gershon, de él dependa en parte nuestro bienestar físico y emocional cotidiano. Dada la concordancia entre ambos cerebros, los científicos afirman que, por ejemplo, ciertos tratamientos contra la depresión que tengan como objetivo la mente, pueden impactar sin pretenderlo en el intestino. Es el caso de ciertos medicamentos antidepresivos, los denominados inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina (ISRS), que aumentan los niveles de serotonina en el organismo, y que pueden provocar efectos gastrointestinales secundarios, como el síndrome del intestino irritable. Esto es debido a que la serotonina, una hormona que es sintetizada por el sistema nervioso central y que actúa como neurotransmisor, se encuentra en su mayor parte (en un 95%) en el tracto intestinal del organismo. Los científicos están descubriendo que la serotonina podría, además, jugar un papel en la aparición de otras enfermedades. Recientemente, en la revista Nature apareció un artículo que relacionaba un medicamento inhibidor de la producción de serotonina en el intestino con la osteoporosis (enfermedad ósea degenerativa) en roedoras postmenopáusicas. Asimismo, la serotonina del “segundo cerebro” podría jugar un papel en el autismo. En sus investigaciones, Gershon ha descubierto que los mismos genes implicados en la formación de la sinapsis (conexiones entre neuronas) del cerebro están también implicados en la formación de sinapsis del sistema nervioso entérico. Según él, si estos genes se ven afectados por el autismo, esto podría explicar por qué muchos niños autistas padecen anomalías gastrointestinales. Otras investigaciones actuales tratan de establecer cómo el segundo cerebro interviene en la respuesta inmune del organismo, dado que el 70% de nuestro sistema inmunológico se centra en el intestino para expulsar y matar a sus invasores.